http://ugtsodemasa.blogspot.com.es/2013/03/ugt-condena-los-asesinatos-cicero.html
Desde UGT queremos mostrar
nuestro más profundo dolor y repulsa por los asesinatos de Cícero Guedes y
Regina dos Santos. El primero, líder destacado del Movimiento Sin Tierra (MST),
y la segunda, participante activa en las iniciativas a favor de la agricultura
familiar promovidas por el MST y la Comisión Pastoral da Terra (CPT).
El 25 de enero se produjo el
asesinato de Cícero Guedes en una emboscada en las cercanías del campamento
Luis Maranhao, ubicado en tierras improductivas del antiguo complejo
agro-industrial la Usina da Cambahyba, donde la población sin recursos lucha
por un pedazo de tierra en desuso para subsistir. Este asesinato, puso a las
claras el desamparo y el desentendimiento por parte del Estado de Brasil para
con las clases humildes de la sociedad (una gran mayoría); algo, que aquí nos
resulta cada vez más familiar. Desafortunadamente el 6 de febrero, la muerte
también violenta de Regina dos Santos en el asentamiento Zumbi dos Palmares
(asentamiento donde vivía Cícero), profundizó en la toma de conciencia de esta
dura realidad, donde una gran mayoría de excluidos son considerados
prescindibles en el actual modelo de “desarrollo”.
Si bien estas muertes parecen
estar ligadas a una Reforma Agraria lejana para los europeos, conviene recordar
el trasfondo de la lucha por la que dieron sus vidas: la justicia social. Así
Cícero, tenía también su razón de ser en los colectivos desfavorecidos de la ciudad,
a los que organizaba y apoyaba con la misma pasión que empleaba en el campo.
Por su parte Regina, representaba esa participación activa de base que nos
incluye a todos, y que resulta imprescindible para que cristalicen realidades
más justas y humanas.
En un momento en el que las
informaciones que llegan a nuestras orillas sobre Brasil, nos presentan un país
en pleno crecimiento, alejado de cualquier crisis y un modelo de desarrollo
ejemplar, asesinatos como estos nos obligan a releer su realidad y preguntarnos:¿realmente
queremos que sea el sendero que parecen marcar países como Brasil el modelo a
seguir para nuestra sociedad?
En España se nos están imponiendo
con el pretexto de salir de la crisis, unos “ajustes estructurales” que apuntan
hacia el peligroso camino por donde han pasado estos países ahora de
“referencia”, y que les han llevado a los profundos desajustes sociales que
sufre su población. El desarrollo económico sin límites al que parece nos
pretende llevar el actual sistema, pasa sin piedad ni miramientos por encima de
personas y democracias, despojando a estas últimas de su espíritu último, de su
razón de ser. Ya nos comienza a sonar extraño el lema “igualdad, libertad,
fraternidad” (“liberté, égalité, fraternité”), y estamos olvidando que no hay
mayor símbolo de justicia que la igualdad.
Es desde el eco de estas
palabras, que no comprendemos como un Gobierno que se vende como ejemplar en su
camino hacia el desarrollo, no entiende de la importancia de cuidar a los
representantes de la sociedad civil y lo que estos simbolizan; la sociedad como
un todo.
Son los “lideres” de la sociedad
civil como Cícero quienes presentan la capacidad de estructurar la propia
sociedad, de darle cohesión y educarla, de hacerla más justa y consciente, de
ayudar a que la democracia se exprese en su potencial más positivo y supere sus
limitaciones. Son ellos los encargados de transmitir la voz del pueblo a los
políticos, la voz sin la cual cualquier político queda mudo para proponer
desarrollo cierto a su población, desarrollo humano, desarrollo para las
personas, para los ciudadanos.
Brasil tiene cerca lugares de
conflicto como Colombia o México en los cuales el asesinato de los líderes de
la sociedad civil (sindicalistas, campesinos, representantes de movimientos
sociales, profesores,...) fue -y es- la piedra angular de un modelo fallido de
desarrollo, un modelo fallido de “democracia” en el que la economía se
despreocupo de la sociedad y dio lugar a unos gobiernos incapaces de controlar
su propio territorio. Asesinatos como estos limitan la capacidad del propio
Estado a la hora de proponer mejores horizontes a la sociedad.
Es desde esta perspectiva, desde
la que puede entenderse el problema de violencia al que se está enfrentando el
Gobierno de Brasil en el Estado de Sao Paolo; un problema que no es más que el
fruto de una sociedad desestructurada, donde la concepción de justicia y
democracia se encuentra supeditada a los intereses económicos.
En España y en Europa, parece que
es ese el camino que se va tomando, el de despreocuparse de una gran parte de
la sociedad, la más desfavorecida, la que más necesita esos servicios sociales
que tan ferozmente están atacando los “ajustes estructurales”.
El continuo proceso de exclusión
hacia núcleos de miseria y pobreza endémica a la que estos ajustes van
empujando a una parte cada vez más importante de la población, nos acerca a
esos escenarios de violencia, inseguridad ciudadana y desprotección social, que
hasta hace tan poco parecían lejanos; y que con razón tanto nos asustaban. El
progresivo recorte de los derechos y el aumento de la violencia con la que se
emplean las fuerzas del Estado ante las cada vez más frecuentes protestas de
los ciudadanos, parecen ser el indicador más fiable para señalar el camino que
se nos avecina, y que nos lleva hacía una normalización de la violencia social.
Es por esto que personas como
Cícero representan aquí y allá mucho más que la lucha por la tierra,
representan la estabilidad social, representan la seguridad ciudadana, el poder
caminar sin miedo a que una bala acabe con tu futuro y tu vida; representan un
futuro mejor para nuestros hijos, el saber que siempre nacerán alternativas que
incluirán a cualquier ciudadano.
En España, la reducción de los
servicios sociales (educación, salud, ayudas a la dependencia,...) y el
retroceso del estado de derecho parecen ser las únicas recetas para volver a la
senda del crecimiento económico. Cícero ha venido a recordarnos hacia donde
lleva este camino que por desgracia Brasil también representa. En su lucha, la
lucha de todos nosotros, se dibuja la realidad de un capitalismo neoliberal que
no sabe convivir con la democracia, que no sabe respetar siquiera derechos tan
fundamentales como el derecho a la vida; un capitalismo que no admite opiniones
contrarias.
Megaproyectos como el Puerto de
Açu (será el segundo puerto más grande del mundo después del de Rotterdam) y
Belo Monte (será la tercera central eléctrica más grande del mundo), parecen
hacer que nos brillen los ojos de envidia y nos olvidemos como estos están
siendo llevados a cabo; como en nombre del “desarrollo” que supuestamente
representan, pasan por encima de ciudadanos y personas sin el menor miramiento.
Desapropiaciones violentas de campesinos, salinización de las tierras, perdidas
irreparables en los caladeros de pescadores artesanales, impacto sobre las
actividades económicas y de subsistencia de comunidades indígenas,
desplazamiento de población, asesinatos y amenazas a representantes de la
sociedad civil, violencia generalizada,..., no son más que el reflejo de una
democracia mundial que se nos muere.
Parece pues que el actual sistema
impone que la sociedad deba de elegir entre democracia o capitalismo, entre el
gobierno de lo justo o el gobierno de lo económico.
En UGT creemos que hay otros
caminos para el crecimiento, caminos diferentes al de un Estado que cumple con
el poder económico y las pocas personas que lo representan, mientras deja de
cumplir con la sociedad y los muchos millones de personas que la representan.
Es por esto que queremos recordar que nosotros, la gente de a pie, seguiremos
luchando por una democracia de verdad y por el gobierno de lo justo, seguiremos
entendiendo que el desarrollo económico no tiene ningún sentido sin el
desarrollo de lo humano; y por supuesto, seguiremos luchando por la justicia
social de la mano de quienes la sufren.
Desde aquí, nuestro más sentido
pésame y apoyo al conjunto de la sociedad brasileira.
Publicado Yesterday por Secciòn Sindical
Etiquetas: UGT INFORMA
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